El desarrollo de la Semana Santa del 2017 ha dejado un sinfín de imágenes para recordar y analizar estos días, pero también la constatación de que algunas tradiciones, intocables en el pasado, están cambiando, de manera importante y a marchas aceleradas, como el final de los desfiles procesionales o las tamboradas nocturnas.

En este sentido, más de un tradicionalista no ha ocultado su preocupación ante el número de tamborileros que se dieron cita en la noche y madrugada del pasado Sábado de Gloria por las calles de la ciudad, que chocan con las miles de personas que madrugaron para convertirse, en un verdadero río de túnicas negras, el recorrido del desfile de Domingo de Resurrección.
Al menos en la mágica noche de Jueves Santo se registró una mayor afluencia de tamborileros en las calles tan semanasanteras, como El Rabal, Benito Toboso y El Sol, al menos, en relación a años anteriores, en que también se echaron de menos más tambores en las calles.
Cambio de hábitos
Es evidente el cambio de hábitos, entre muchos hellineros que prefirieron, directamente no tocar en esas dos noches, o salir, si acaso unas horas para, en ambos casos, poder disfrutar en plenitud las jornadas de Viernes Santo, en El Calvario, y Domingo ed Resurrección, con la Procesión de El Encuentro.
Lo que ha vuelto a poner en evidencia la última edición de la Semana Santa es el dato de que la tamborada de Miércoles Santo se ha convertido, en términos numéricos, en la jornada más multitudinaria de cuantas se celebran en Semana Santa, junto a un Viernes de Dolores que ha alcanzado cotas importantes de participación en los últimos años.