Sábado 20 Abril 2024

“Impresionado y sobrecogido” por el escenario de la Iglesia de La Asunción, “testigo de toda la historia de Hellín”, Ibrahim Hernández ha renovado en el Pregón de Semana Santa que ha pronunciado esta noche, su “orgullo” de ser hellinero y ha presumido “de mi Semana Santa”, que ha catalogado como “muy especial y única”, gracias al papel que desempeñan todos los hellineros.


Así, ha asegurado que la Semana Santa “es nuestra pasión. Hay algo que nos impulsa a participar en procesiones; que nos incita a tocar el tambor, y a salir a la calle a compartir con los demás este misterio”, y ha explicado que lo que “tiene de especial es la unión entre lo sagrado y lo profano. Hay contrastes entre los silencios más absolutos y los sonidos más impresionantes”, con el mismo objetivo: recordar y celebrar aquélla semana de pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, que ha considerado “una semana clave en la historia de la humanidad”.
Lo que tiene también de especial la Semana Santa, ha dicho, es que “aglutina y une. Todo el mundo tiene un papel, el que cada uno decide. Respetándonos, los unos a los otros”, y también se ha centrado en lo entrañable del entorno, “el corazón del Hellín antiguo, con sus estrechas callejuelas. Un pueblo cargado de viejas tradiciones y costumbres que hacen que la atmosfera de estos días sea especial”.
Días emotivos
El Pregonero se ha detenido en recordar que son días “muy emotivos, donde se viven momentos únicos, cargados de sentimiento. Momentos de compartir amistad en calles y peñas, y momentos de recogimiento y de reflexión interior.”
Hernández ha querido hablar “de cosas sencillas” y de confesar su “orgullo por esta tierra, con siglos de historia; por nuestras raíces y por nuestras tradiciones”; de las personas que hacen posible, con su participación, la Semana Santa, y de los rituales que, año tras año, de manera especial, se repiten en los días más significativos, que ha arrancado en Domingo de Ramos.

Para el Pregonero, Lunes Santo y Martes Santo serán días de espera y de preparativos, aunque ha querido resaltar el Vía Crucis por las calles del Casco Antiguo y la Procesión del “Santísimo Cristo de la Preciosísima Sangre”.
El médico se ha emocionado al llegar al “ritmo frenético” con que amanece Miércoles Santo hasta que llega “el espectáculo” que conlleva transitar y redoblar por Benito Toboso y El Rabal, con referencias al paso del Cristo de Medinaceli y el de Los Azotes.
Se ha referido a otras imágenes “impactantes”, como la irrupción del “Paso Gordo” hasta la Plaza de la Iglesia para el comienzo de la Procesión, a cuyos participantes también ha recordado.

Ibrahim Hernández ha viajado hasta Jueves Santo y a la salida de la Virgen del Dolor, de Capuchinos, donde ha señalado que “uno de sus costaleros es uno de esos hombres que se siente bien debajo de un trono. Ahí se siente grande. Porque ahí ha entendido el valor del esfuerzo, la relatividad del dolor y la dureza de la existencia. Sus mejores recuerdos son con su Virgen, en las andas o trabajaderas y con sus compañeros de trono, que para él son sus amigos o más”.
Jueves Santo mágico

Luego se ha situado en la noche de Jueves Santo tras reflexionar que “es difícil entender el fenómeno del tambor. Para unos, es tan solo una costumbre; otros, sienten el peso de la historia y creen que es parte de la herencia cultural a cuidar. Pero para la mayoría es algo más profundo, más trascendental, más íntimo. Y piensan que es un ritual que se sucede a lo largo de los años y de las generaciones, y que permite unir a las familias, celebrar la amistad y honrar a los que nos precedieron”.

Ha considerado “emocionante” la experiencia de compartir la tradición de tocar el tambor con los hijos en la subida al Calvario y formar parte de una “fantástica marea humana de túnicas negras que se dispersan por infinidad de calles. Parecen formar una única identidad colectiva. Parecen ser todos iguales. Y no es así. Porque cada tamborilero es una historia personal hecha con pequeños momentos de su vida”.
Así ha asegurado que “llegar a la mañana del Viernes Santo venciendo al cansancio produce una maravillosa sensación de poder, de capacidad de entrega, de decisión. Es algo que solo pueden comprender aquellos que lo han vivido”.
Tras el éxtasis de Jueves Santo y “la exhibición de egoísmo, odio, envidia, mentiras, traición e indiferencia, nos hacen recapacitar sobre la condición humana. En contraste con todo esto la actitud de la gente buena nos abre un resquicio a la esperanza”.
Tras defender que “una Semana Santa sin músicos no sería lo mismo. Son imprescindibles”, con gran emoción ha recorrido la solemnidad de la Procesión del Santo Entierro liderada por el Cristo Yacente y las personas que le acompañan, en un ejercicio de reflexión y recogimiento.
Precisamante, ha definido el Sábado de Gloria como un día de reflexión y de espera, tras advertir que a rapidez con la que pasan estos días es abrumadora, al llegar el júbilo de la última jornada y de un Domingo de Resurrección “donde nada es igual”.
Ha resumido la Semana Santa como “la herencia y el legado cultural de un pueblo que no renuncia a sus raíces ni a sus tradiciones. De un pueblo que sabe vivir. Que sabe lo que es importante. Que valora las cosas sencillas, como su Semana Santa, y las hace grandes. Que sabe que hoy es hoy, pero no pierde de vista su pasado”.
El pregonero se ha despedido “confiando que, algún día, los que queden recibirán, en nuestro nombre, a la primavera, enredándose en los tronos de los cristos y en los mantos de las vírgenes, impregnando de Semana Santa a los que todavía no saben que la pasión es contagiosa. Admiro y amo esta maravillosa Semana Santa, hecha con la decisión, el trabajo, el esfuerzo y el tesón de cientos de años y de miles de personas”.

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