La Comunidad Cristiana de Hellín, a través de la Comisión que, en torno a la figura de Fortunato Arias, se creó en su día, ha organizado para este fin de semana una serie de actos que tienen como objetivo conmemorar un nuevo aniversario desde la beatificación del religioso y su fallecimiento, hace más de 70 de años, justamente un 12 de septiembre de 1936.

Así por ejemplo en la Parroquia de La Asunción, desde el sábado, domingo y lunes, se celebrará un Triduo, a partir de las 19.30 horas, consistente en el rezo del Santo Rosario y una Eucaristía.
El domingo, a las 09.00 horas, desde la Plaza de la Iglesia partirá una peregrinación que se ha organizado hasta el lugar en que falleció, en la Carretera de Pozohondo, como un lugar muy frecuentado, casi a diario, por numerosas personas. Los actos concluirán el lunes, con una Misa que se oficiará a las 20.00 horas en la Iglesia de La Asunción.
Persona inolvidable
Hay que recordar que Fortunato Arias, que nació en un pueblo de Granada, en 1891, llegó a Hellín en 1935. Célebre fue su exclamación “qué Parroquia tan grande-en alusión a La Asunción-para un cura tan pequeño”, en referencia a una persona que fue ejecutada, por los milicianos, precisamente, un 12 de septiembre de 1936, en el paraje conocido como Cañada de los Pozos.
Una persona «muy querida», recordaba esta semana uno de los cronistas oficiales de la ciudad, Emiliano Martínez, ya que apenas residió un año en Hellín, desde que tomó posesión de la Parroquia, a finales de septiembre de 1935, en sustitución del Padre Rodríguez.
El propio Martínez recordaba estos días que fue el Obispo de la Diócesis de Cartagena quien encargó al propio Rodríguez la búsqueda de un sustituto: el elegido fue un Arias que, entonces, llevaba diez años como sacerdote en El Palmar (Murcia): “y aunque en un principio se mostró receloso al cambio, luego aceptó el encargo encantado”.
Fortunato Arias, en plena Guerra, pudo huir, pero “apostó por quedarse en Hellín para ayudar a los fieles que reclamaran su ayuda”. Fue encarcelado durante algunos días, “y algunas personas que compartieron celda con él siempre han recordado los mensajes de serenidad y tranquilidad que les transmitía, de que no les iba a suceder nada malo. Y así ocurrió”.
Tras muchos años de gestiones recibió la beatificación en Roma, un 28 de octubre de 2007, por parte del Papa Benedicto XVI. La canonización dependería de un milagro que realizase uno de los mártires que estuvo junto a él y que se extendería a todo el colectivo.